viernes, 1 de diciembre de 2006

Chile y la JPPD......

Desde la vuelta a la democracia, al interior de la JPPD se han escrito miles de páginas con ideas y propuestas. Todas destinadas a la elaboración de un Proyecto o un Programa para el PPD y Chile. Muchas de ellas también se escribieron para dejar sentadas las ideas y propuestas del PPD en los Programas de cada gobierno de la Concertación. Y todo esto no sólo a nivel nacional sino regional e incluso local. ¿Existe memoria institucional de todo eso, valoración histórica de las miles de horas consumidas en reuniones para pensar Chile, algún archivo que junte los papeles perdidos de todo ese trabajo, que bien o mal, encarna el sueño de democracia de miles de gentes? Que se sepa, en ninguna parte. Lo mismo ocurre en todos los partidos de la Concertación. Hay ahí una prueba del desprecio tecnocrático por el valor de la política, aunque ella esté revestida de toda la dignidad del conocimiento. Eso es desvalorización de la política.

Muchas de las cosas pensadas se plasmaron en la realidad. Como programas ministeriales concretos o simplemente como conceptos gravitantes del discurso político de la Concertación y de sus Gobiernos. Otras, tal vez demasiadas, terminaron en el olvido de dirigentes y gobernantes. Ya sea porque según algunos, otra cosa es con guitarra, y los programas sólo son argucias del momento electoral y no generan ningún vínculo de compromiso entre un líder y su base de apoyo

Lo que francamente resulta indignante al interior del partido es que aún haya dirigentes que tuvieron - o tienen- responsabilidad de negociación y vocería durante más de 10 años, que se atrevan a afirmar que el ppd “no tenemos ideas”. A lo que a veces algunos agregan que la Juventud está agotada y no tiene salvación.

Es una postura indignante porque, montados muchas veces en ideas ajenas, y profitando de ese trabajo anónimo de miles de militantes, que luego ni siquiera tienen la hidalguía de reconocer que existió, han mantenido un núcleo de privilegios que los transforman en una oligarquía que se reproduce al amparo del Estado, sin otro horizonte que la conservación de sus privilegios. Jamás van a reconocer que es a ellos a quienes les faltan las ideas, y que muchas veces se encuentran articulados en torno a una omertá política casi mafiosa, que sólo tiene ejercicio de poder desnudo de ideas.

Ese extraño mal de silencio de nuestros dirigentes se parece demasiado a la sentencia de un personaje de La Silla del Aguila, la novela de Carlos Fuentes: para un político es regla de oro no dejar nada por escrito. No solo lo propio, sino también lo de los otros, no sea que se descubra que sí había ideas y no supo como gobernarlas.

Esta incapacidad de hablarle a la sociedad, o simplemente de ignorarla, es causa fundamental de la crisis de la política y de la desafección ciudadana. Porque es el indicativo mayor de que fue la elite política la que primero expresó desafección por la gente y sus sueños, y envió a la sociedad a buscar la felicidad en los malls y en las tasas de interés. Y si bien la economía es importante, nunca tanto como para que la gente se enamore del PIB.

La primera y fundamental crisis interna de la Juventud PPD es la falta de pensamiento y práctica democrática, que lo inhabilitan para ser un “intelectual orgánico” transparente capaz de asumir un liderazgo social sin complejos y con evidente vocación de mayoría.

2. El valor del trabajo colectivo en la JPPD y nuestro proyecto de país.

Hoy la reflexión y el debate se hacen más necesarios que nunca, pero nos asalta la duda ¿Si volvemos a trabajar esta vez nos “pescarán”?. Ganas no faltan... Sino porque además, la tarea de una sociedad más igualitaria, transparente y democrática tiene todavía mucho camino por delante.

Pero el problema es que nuestros dirigentes solo responden cuando alguien les pregunta algo, solo re-accionan, y no transmiten claridad estratégica acerca de lo que los Jóvenes del PPD proponemos al país.

Chile está en un momento de cambio estratégico como país. No se trata de la antigua discusión interna entre la autocomplacencia sobre lo hecho y la receta del más de lo mismo, y el sentido profundo del malestar democrático que expresa el militante” o las versiones más extremas de la autocrítica PPD del llamado campo de los autoflagelantes.

La discusión de hoy es diferente. Existe la necesidad de repensar nuestra concepción del país que tenemos para aprovechar y darle sentido estratégico a lo que hemos hecho y pasar al país que queremos. Porque, con aciertos y errores, la Concertación ha conducido un ciclo importante de nuestro desarrollo como país y lo ha hecho bien. Pero esos éxitos, fracasos o renuncias, no tendrían sentido si no fuéramos capaces de volver a imaginar el futuro. Ese es el sentido de un PROYECTO PAIS.

El Gobierno de Lagos cerró definitivamente el ciclo de la transición en el imaginario de la estabilidad democrática de Chile. Aunque en términos prácticos se pueda sostener que ella concluyó hace varios años. Lo cerró como un gran y exitoso gobierno de un PPD, que termina con la política de exclusiones y campos vedados a la izquierda en la administración del Estado, que la tragedia de 1973 había levantado como cortina ideológica en nuestro sistema político. Tanto fue el éxito, que una mujer socialista se levanta como uno de los principales rostros de la coalición gobernante. No existen más cargos que no puedan ser ocupados por ppd en la conducción del Estado de Chile. Aunque el peso de la noche empañe cada cierto tiempo el raciocinio político de la derecha llevándola a persistentes diatribas y presiones ideológicas de desestabilización de nuestra institucionalidad. Quizás si uno de los puntos más débiles de todo el proceso democrático actual, sea no contar con un pensamiento de verdadera convicción democrática que sea mayoría política en el campo de la derecha chilena.

Pero el 2010 asumirá un nuevo Presidente de Chile, que bajo nuevas premisas y condiciones, deberá introducir definitivamente al país en el nuevo siglo. El Segundo Centenario de nuestra República, la historia se nos presentará no sólo como memoria, sino como bases del futuro de nuestro país. Los Jóvenes del PPD tenemos la obligación de pronunciarnos acerca de lo que pensamos debe ser ese futuro.

Estabilidad institucional e igualdad social

El éxito y la estabilidad de nuestra economía, tan reconocidos internacionalmente, deja como contrapartida una deuda de igualdad política y social que resulta intolerable hacia el futuro. Que ello se pueda superar sólo con altas tasas de crecimiento, es someter la justicia social a las reglas de la espontaneidad y la política del chorreo, y no a los valores y acuerdos sobre la distribución de la riqueza, que son la base de legitimidad de una República democrática. Es necesario habilitar un modelo social y económicamente integrador, que haga de la ciudadanía y la igualdad política la expresión sana de la equidad económica. En la era de la información y la sociedad del conocimiento, como será el Siglo XXI, ello no es posible sin una profunda revolución educativa. Que permita un salto cualitativo de las capacidades sociales, bajo las reglas de la mayor igualdad, información y transparencia. Ello implica masificar la educación superior, generar pautas públicas de igualdad en materia de calidad, y prácticamente, bajo un sistema republicano de emulación entre ellos, pagarles a los jóvenes para que estudien. Y no transformar la distribución del bien Educación entre la población en un sistema de acceso discriminado por razones económicas.

Convicción democrática

Para sostener ese horizonte la guía debe ser una profunda convicción democrática. No como un ejercicio declarativo de adhesiones públicas al funcionamiento sano de las instituciones. Sino como un testimonio vital y permanente de valores democráticos, que se viven y se practican con honestidad, tanto en la vida pública como en la privada. La rutinización de la figura autoritaria en el funcionamiento de nuestro sistema político demuestra un abandono y una derrota. La sociedad chilena se ha acostumbrado al ejercicio del poder sin consulta. A una especie de binominalismo mental, donde todo está fríamente calculado desde antes, las soluciones son negociadas, y las opiniones disidentes disciplinadas desde las cúpulas. Y ello se debe en gran parte a las prácticas y actitudes de la elite política. Transparencia, elección directa, responsabilidad y control social deben ser reglas cardinales de nuestra democracia.

Un país sustentable, no es solo un problema de producción limpia. Es un concepto y un valor para un país como Chile en la sociedad globalizada. El aprovechamiento real de las ventajas estratégicas logradas por nuestro despliegue comercial en diferentes partes del mundo, dependerá de nuestra capacidad de agregar valor a nuestra economía certificando a Chile como un país verde. Que es, por lo demás, el expediente de mayor potencialidad para aumentar valor en nuestra economía, de acuerdo al tipo de productos que exportamos. Nuestra dimensión de escala económica y la mala distribución del ingreso hacen de nuestro mercado interno una palanca insuficiente para sostener políticas de innovación tecnológica. A menos que estén orientadas a blindar lo que ya existe con una calidad nueva: sustentabilidad ambiental. Ello implica mirar nuestros recursos y nuestro territorio de una manera integral, y desarrollar una administración basada en las regiones, a una velocidad nueva, y con la clara conciencia que somos una economía vuelta hacia el mundo, por lo que nos interesa la estabilidad, la paz y la cooperación en el ámbito internacional.

Pero al vivir la sociedad globalizada, debemos ser dignos y autónomos. Sobre todo a la hora de confrontar nuestra visión del mundo y nuestros intereses, con la realidad imperante en el medio internacional. Sostenemos como intangibles entre otros, los principios de la autodeterminación, la paz y la cooperación, la no agresión, la prohibición del uso de la fuerza en los conflictos y controversias internacionales, o su empleo legítimo y controlado de acuerdo a las normas de la ONU, la existencia de derechos humanos que no pueden ser violados por nadie y la voluntad de perseguir y castigar o acatar el castigo que se imponga por un tribunal a sus violadores. No hay compensación u omisión posible frente a quien viola estos principios. Un país digno y autónomo que se guía por tales valores no significa un país autárquico. Chile es un país que precisa de sus vecinos y de un ambiente internacional de cooperación y confianza. Por ello debe expresar una política exterior más amable, de mayor sensibilidad cultural, y con una vocación permanente a la creación de confianza.

Pero la dignidad nacional frente a otros no existe cuando omite la dignidad de los propios al interior del país. De las minorías, los pobres, los marginados. Nuestro concepto de la seguridad es la Seguridad Humana, y solo son dignos y autónomos aquellos países en los cuales todas las personas tienen la oportunidad de una vida decente.

Política de alianzas: El valor de la Concertación y la sociedad decente

La mayoría de los Jóvenes del PPD no creemos en la inmutabilidad de la Historia…
Nuestra lucha por la igualdad y por una sociedad decente, en la cual las instituciones no humillen a las personas, se nutre del más profundo humanismo y convicción de libertad. Provenimos de diferentes corrientes, laicas o cristianas, que creen que en una sociedad democrática no pueden existir privilegios. Y que una fuerza política, además de mayoría social debe ser también una fuerza cultural capaz de influir en la manera como la gente percibe su vida, sus valores y su bienestar.

Creemos que la Concertación de Partidos por la Democracia ha sido la muestra más potente de la Historia de Chile de que una alianza política amplia, con convicción y confianza, puede cambiar el sentido de la historia nacional. La recuperación de la democracia y los cambios introducidos en la gestión del gobierno y la sociedad, hacen que Chile sea hoy un país no sólo de democracia recuperada y un alto crecimiento económico, sino un país parado de manera expectante frente a su desarrollo y progreso social. Pero sabemos que, al mismo tiempo, somos un país de muchas injusticias. Que el temor por el futuro se apropia de la clase media y los más pobres de nuestro país, haciendo de la incertidumbre el mal que corroe nuestra cohesión social. La historia política de la humanidad da múltiples ejemplos de que cada vez que el temor se apropia de las mentes de la gente, o la desconfianza y el desprecio por la vida pública se hacen un hecho corriente en la sociedad, se abren las compuertas al populismo y a las reacciones autoritarias.

Este es el momento de asumir una nueva tarea. Poner a Chile como un país de alto desarrollo humano en los años futuros. Capaz de sostener un ritmo de crecimiento cultural, político y social de igual o superior magnitud que el económico, y con tranquilidad y felicidad para su gente. Para ello, ya hicimos del despliegue inicial de nuestra potencia como país, vencimos la inercia de la geografía, el bloqueo más duro del autoritarismo y el aislamiento internacional por la falta de democracia. Ahora corresponde dar el salto en la calidad de la democracia. Y eso es invertir en la gente. Sólo la Concertación, con sus contenidos humanistas que conviven en su mundo interior, puede hacerlo. Debemos volver a la gente, no ya para convocarla a una nueva epopeya política pues no tenemos un dictador ni su amenaza al frente. Sino para convocarla a una gesta mucho más humana, que no tiene la urgencia ni de la muerte ni del miedo, que es la calidad de vida de la propia gente. Que sí tiene la urgencia de la decencia y de la felicidad, porque somos Jóvenes PPD por humanismo y amor a la gente, y no por una oscura razón de poder.

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